martes, 25 de enero de 2011

Algo inesperado que te hace sonreír.

El sábado pasado viví una de las experiencias más "raras" que me han ocurrido en mi día a día.
Todos hemos sido estudiantes y hemos vivido una situación en la que te encuentras con tu profesor del colegio/instituto/universidad por la calle, y nos hemos sentido extraños. "¿Lo saludo? ¿Lo ignoro? ¿Se acordará de quién soy? ¿Me habrá visto? ¿Estaré a tiempo de salir corriendo?"
Pero esta vez no me encontré con un antiguo profesor, sino con una ex-alumna mía, y en este caso el "profesor" que provocaba la extraña situación era yo.
Puede parecer una tontería por mi parte, ya que es para lo que llevo 3 años estudiando magisterio y debería ser consciente de lo que supone, y, sin embargo, no había caído en la cuenta de la cantidad de alumnos que dejaré atrás año tras año, alumnos que tal vez me recuerden o tal vez no y a los que espero haber aportado todo lo que necesitaban de mi.
Me gusta pensar que he ayudado a formarles como pequeñas personitas y que, durante un determinado periodo de su vida, fui importante para ellos y aprendieron, se divirtieron, rieron y lloraron conmigo.
Como he dicho, fue una de las experiencias más raras que he vivido, y pese a todo lo extraño que fue no pude evitar sonreír.

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